A 213 años de la gesta revolucionaria, parece que nada ha cambiado lo suficiente.
Un día como hoy, se iniciaba el camino independentista con
idas y vueltas, avances y retrocesos, con ideas pero también bayonetas.
Mujeres y Hombres de ayer que pensaban en una Patria
Independiente, otros, en una más Grande. Pero tenían algo en común: la virtud
de saber combinar pensamiento, proyecto y acción.
Ideaban y ensayaban sistemas: Juntas, Triunviratos, Asambleas,
Directorios y hasta Presidencias; proponían programas y, con más retrocesos que
avances, los ejecutaban. A veces efímeros en el tiempo, otras más prolongados.
Pero siempre cuestionados y no exentos de derrocamientos intempestivos.
Las elites incipientes no tuvieron un proyecto político de
consenso, capaz de edificar una unidad política. Y vendrían entonces décadas de
guerras civiles y evitables tragedias político-sociales.
La intensa politización de los sectores populares fue un
sello singular; no obstante el derecho y la cultura jurídica de la colonia
siguieron en pie. La “pigmentocracia” clasificaba por el color de piel y
negros, indios, mestizos, pardos, mulatos y zambos eran considerados de sangre
impura y por ende, jurídicamente inferiores a los blancos.
Los 213 años de gesta revolucionaria nos encuentra
socialmente menos activos, dubitativos y sin programas concretos seductores de
alternativas públicas de gestiones continuadas.
Si antes la gesta revolucionaria se encaminaba a la
concreción formal de la independencia política; hoy, tras más de dos siglos,
desflora una sociedad sellando la dependencia económica y financiera.
Pero algo evidentemente se mantiene. El ADN primigenio de
resistencia, liberación e independencia definitiva que miles de compatriotas indeclinablemente
perpetúan en el presente y para el futuro.
Porque en definitiva de eso se tratan las luchas de los
pueblos: de avances y retrocesos constantes hasta la venida de los buenos
tiempos.
En este camino estamos
¡Feliz día Patrio!