lunes, 20 de diciembre de 2021

LA CRISIS QUE ADOLESCIÓ A LA INSTITUCIONALIDAD DE TODO UN PAÍS SIGUE IMPUNE

Por Hernán Mirasole


- "¿Ustedes no tienen hijos?, ¿no se están cagando de hambre como nosotros?, ¿pero por que mier...?"

La respuesta estruendosa e intempestiva no se hizo esperar (como en toda esa jornada), un itacazo con postas (presumiblemente) de goma era la interrupción que le dispensaba un policía a una mujer indefensa y desarmada, que a viva voz preguntaba a toda una hilera uniformada algo que en frío y con el tiempo brota como un haz de lucida razonabilidad en el medio de una jornada tan triste como gris.

Es 20 de diciembre de 2001, y la jovén democracia argentina está por adolescer con mucho (diría demasiado) dolor su paso hacia la adulta institucionalidad, no sin antes dejar un tendal de injustas muertes, que se hacen eco hasta hoy como un recuerdo pertinente que opera como conceptualmente claro, pero pragmaticamente difuso, "límite" al monopolio del uso de la violencia legitima y de última ratio estatal.

Y es que si bien la Violencia Institucional sigue latente, la realidad es que ya ningúna autoridad en 20 años se ha animado a desplegar semejante y desproporcionada salvajada para sostener un modelo político, que para aquel entonces se hallaba economíca y socialmente derruido.

Es ese quizás el mayor logro de 39 mártires acribillados con balas de odio en plena calle, frente a los ojos impávidos de toda un país y a plena luz del día, a los cuales les debemos el salto institucional más importante de este nuevo siglo, y que tuvo como principal eje, la espolvoreada supremacía constitucional de antaño.

Lo que en cambio, en un acto de genuina reciprocidad le debemos como sociedad a estos/as caidos/as en cumplimiento del deber y sus respectivas familias son dos cosas:

1) Una ley de reparación que emule indemnizar el daño provocado. Cada una de estas historias que se apagaron en aras de tener un mejor país, aún no fueron debidamente reconocidas desde la perspectiva del daño civil y de la única forma que el derecho en esa materia, puede llegar a intentar lo más próximo a una reparación: de manera pecuniaria.

2) Justicia: lisa y llanamente, sin eufemismos ni conceptualizaciones abstractas, al día de hoy y a pesar de algunas condenas que llegaron a cuentagotas hace unos días, siguen impunes pololeando (y hasta inclusive con galardones como el caso de algún jefe de seguridad de un banco Británico desde donde salieron más de 60 cobardes balazos) aquellas personas que mulearon y jugaron a ser más sistemáticos que el propio sistema y dispersaron plomo asesino contra el grito ahogado que clamaba por finiquitar la opresión y el ajuste pergeñado desde los luego escondidos y despabilados sectores del poder real.

Lo vemos asiduamente en el mundo tangible. En los Tribunales de todos los días. Y lo repetimos sin cansarnos por que a esta altura, es la alternativa válida para darle voz a aquellos que se las arrebataron tan injustamente y de manera ruin: "Si llega tarde no es justicia"; podrá ser una pantomima, una inexorable puesta en escena de la burocracia, un exceso de voluntarismo amalgamado con impericia, o cualquier cosa que se nos ocurra, pero jamás habrá sido JUSTO.

Esta deuda transformada en herida que no podemos cerrar, es una exigencia; desde luego al caso concreto, a cada familia alcanzada por el brazo ejecutor de una política que fracasó, pero también para el futuro. Si hay algo que nos enseñan a diario "el Argentinazo del 19 y el 20 de diciembre" es que la falta de Justicia obtura, aniquila, lesiona, y trompea en la pera al Estado de Derecho.

Y sin Estado de Derecho, no se puede garantizar la vida pacífica y en comunidad que tanto anhelamos.

Justicia a esta altura es poco. Perdón también. Pero trabajo incansable transformador es la única esperanza que nos queda para que todo esto no haya sido en vano.

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