Autor: Diego Encina - Edición Hernán Mirasole *
"Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazon. Paisano mío, hagamos un esfuerzo y dediquémonos unicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. No tengo mas pretensiones que la felicidad de la Patria"
Carta del Gral. Don José de San Martin al gran Ptotector de los Pueblos Libres, don José Gervasio Artigas, el 13 de marzo de 1816
Contexto
externo e interno previo a la Independencia
En
el año 1815 la situación en las Provincias Unidad del Rio de la Plata era ya
muy distinta a las de la Semana de Mayo de 1810.
En
el sector externo, la derrota de Napoleón en Waterloo el 18 de
junio de 1815 dio inicio en Europa a los que se conoce como la “Restauración”. Con
ello, se significa que el poder absolutista y monárquico retornaba a sus
destruidos tronos para comenzar la restauración de sus imperios, incluyendo la
anulación de las reformas sociales y económicas iniciadas con la Revolución
Francesa de 1789, la anulación de la Constitución Liberal de 1812 en España,
entre otras medidas conservadoras y atrasadas que no aceptaban que el mundo les
era ya muy diferentes y con él, las relaciones de poder hegemónicas y su titularidad
misma.
El Rey
Fernando VII de España se contaba entre la clase monárquica más reaccionaria
del retorno. Su objetivo: la recuperación de las colonias rebeldes de la
América y la reinstauración de sus políticas de exterminio colonialistas. Para
el año 1816 la corona española ya había reconquistado casi todos los
territorios “revoltosos” y “rebeldes” a sus atrasadas luces absolutistas desde
México hasta Venezuela y Colombia. El Perú seguía en manos realistas. En éste
período, los gauchos “infernales” de don Martín Miguel de Güemes
fueron de apoyo fundamental para la contención de los avances realistas en las
provincias de Salta y de Jujuy y para la gran empresa libertadora del Cruce de
los Andes encabezada por el Gral. Don José de San Martin. A estas alturas no
quedan dudas que sin la guerra “irregular” desplegada por los valientes
“infernales” y don Martin Miguel de Güemes, aquella gesta libertadora no
hubiera podido ser realidad en la historia.
Así
las cosas en el sector externo, el único territorio resistente y de pie que no
claudicaba a los avances de la restauración monárquica eran las Provincias
Unidas del Rio de la Plata.
En
el sector interno, la situación era desesperante. Las noticias de
los territorios reconquistados por la monarquía absoluta de España hacían mella
en los pensamientos conservadores y en los especuladores de poder o de mera
mantención de sus privilegios. Los brindis no se hacían esperar. Larga
tradición de unos pocos entre nosotros. Mientras tanto otros, la gran mayoría,
pobres, sin alimentos, sin víveres, sin instrumental bélico para la defensa de
estos territorios, sin medicamentos, sin vestimentas, olvidados e ignorados por
unos pocos –los mismos de siempre-, no tenían más nada que un sueño. El sueño
con el que los pocos gozan con la sangre de “los otros”: la
LIBERTAD.
Los
mismos anhelos de LIBERTAD que otorga la formalidad
instrumental de la Declaración de Independencia y las sanción de una
Constitución que incluyera la forma republicana de gobierno y la división de
poderes que “…alentará la timidez de unos, contendrá las ambición de
otros, acabará con la vanidad importuna, atajará pretensiones atrevidas,
destruirá pretensiones insensatas y, dará en fin a los pueblos la carta de sus
derechos y al gobierno la de sus obligaciones” Quizá, en 1815/1816
fueran tan solo lo que nos unía las gestas revolucionarias de 1810. Seis años
pasaron de la elocuencia discursiva de Don Juan José Castelli en el cabildo
abierto del día 22 de mayo de 1810. Le siguieron renuncias, muertes aún no
aclaradas, muertes olvidadas, gobiernos en todos sus ensayos (Juntas, Junta
Grande, Triunviratos, Asambleas, Directorio), traiciones, indiferencias,
entreguismos y, sobre todo, mucha, pero mucha sangre. Seis años debieron
suceder con todos los condimentos expuestos y mucho más, para aplaudir,
finalmente un día como hoy, pero de 1816, el “…alto carácter de nación
independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópolis, y de toda
dominación extranjera”.
El
Congreso de Tucumán
El
24 de marzo de 1816, el Congreso de San Miguel de Tucumán da inicio a sus
sesiones. Buenos Aires no podía volver a ser única protagonista de una empresa
tan importante luego de haber dado “majestuosos” créditos de opresión de
derechos, dilaciones de los asuntos importantes que afectaran a todos los
pueblos del interior, acostumbrada a imponer la ley con las bayonetas
subyugando la razón.
Fue
en la casa de Doña Francisca Bazán de Laguna, con asiento en la calle del Rey
Nro. 151 de la Ciudad de Tucumán donde sesionó finalmente el Congreso que, por
primera vez luego de numerosos intentos(¿?) haría historia de LIBERTAD formal
instrumental en nuestra historia.
Aquel
9 de julio de 1816 nos informa el calendario que era un día martes. Justamente
como lo es hoy, hace exactamente 203 años. Se dice que el sol esta vez relegó a
las lluvias del aquel 25 de mayo de 1810.
El
reloj marcaba las dos de la tarde cuando el Congreso comenzó a sesionar en la
casa de doña Francisca. La gente se sumaba en las afueras y alrededores de la
colonial casa tucumana. Otros, con mejor suerte, se dice que pudieron ingresar.
Los corazones hacían oír sus latidos, las lágrimas se contenían quizá
inútilmente, el pulso que a muchos traicionaba las ordenes venidas del cerebro,
cuando el diputado por la provincia de Jujuy, don Sánchez de Bustamante, pidió
tratar el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia
del país”. Juan José Paso, secretario del Congreso, elevando la voz que
parecemos aún escuchar con tonos imaginados, pregunta a los diputados “si
querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de
España y su metrópoli”. Sin ya el pudor de contener las inútilmente
las lágrimas y acelerando los aplausos, los diputados unánimemente aprobaron la
propuesta.
La
enmienda final se estableció en la sesión del 19 de julio de 1816 por
insistencias que venían del encargado de la preparación del Ejercito de Los
Andes y, ante los solapados rumores que tornaban pesado al ambiente de una
posible entrega del territorio a los portugueses. Así, se “coronó” –valga la
redundancia- la fórmula final del Acta que dice para siempre que somos “una
nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópolis, y
de toda dominación extranjera”.
Reflexión
final
El
documento adjunto al Acta de Independencia decía “Fin de la Revolución.
Principio del Orden”. Ese orden que aún seguimos y seguiremos buscando. Un
orden no cualquiera. No a cualquier precio. Sino un orden que implique igualdad
y mejoras en las condiciones sociales, culturales, económicas y ambientales de
las clases más desposeídas y relegadas de la historia.
Hoy,
la historia imperiosamente nos une. El contexto impone el deber de defender a
la Patria del yugo foráneo. El enemigo existe, siempre existió; siempre fue y
será colonizador, ya no de los cuerpos, sino de los pensamientos, del futuro,
de la vida misma. No es nacional de ninguna nación, sino es trasnacional. No
tiene Patria, tiene ambición de poder, de dominación e imposición. La lucha por
la independencia misma que la formalidad consagró, pero los hechos siempre
negaron, aún está vigente. Las pobres ambiciones y los tontos intereses
personales que se traducen en una abstracta especulación impiden observar la
historia y responder al contexto.
Asumamos
hoy, más que ayer pero menos que mañana, los designios de forjar la verdadera
independencia, no la que leemos, sino la que vemos y sentimos.
FELIZ FECHA PATRIA A TODOS Y TODAS!
* Abogados. Cofundadores de Asociación Civil Nace un Derecho.
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