miércoles, 3 de junio de 2020

ANIVERSARIO 250° DEL GRAL. MANUEL BELGRANO

Por Diego Encina

Introducción

Un mundo muy distinto al presente, pero agitado siempre, se presentaba convulsionado e intranquilo hacia fines del siglo XVIII.

Los sucesos de extraordinaria repercusión mundial eligieron como escenario de tensión la vieja Europa continental y que habrán de presentar luego motivos y causas emancipadoras irreversibles en el continente saqueado y ultrajado: América.

El siglo XVIII es conocido como el Siglo de la Luces, caracterizado por un movimiento intelectual, cultural y artístico que llamamos Ilustración, y cuyas transformaciones políticas, sociales, culturales, económicas, jurídicas y artísticas, son fundamentales para entender los acontecimientos de nuestro pasado y presente.

El mundo emergente de fines del Siglo de las Luces dejaría de estar atado a la fe o la magia para entregarse a la razón del hombre y su construcción social y política rectora de las decisiones y el desarrollo y conformación y constitución de las naciones nacientes y en ebullición tal cual las conocemos actualmente.

Europa convulsiona

Las estructuras rígidas y estáticas de la vida humana y sus circunstancias resquebrajaban sus propios cimientos a pasos agigantados.

La realeza veía desafiar y desmantelar la esencia y el origen de su poder. Los conflictos sólo se asemejaban a los avances tecnológicos inspirados por la expansión de los mercados y el comercio. La deseada prosperidad alcanzada en la primera mitad del siglo XVIII -sobre todo en Inglaterra- fue una especie de tregua a los grandes conflictos que caracterizaron el siglo XVII, pero prontamente éstos habrían de resurgir impulsados por las ideas y la violencia jamás conocida hasta entonces.

El Siglo de las Luces es dueño de los avances y progresos generados con el invento de la máquina a vapor (Watt) y la hiladora hidráulica (Frame) que a su vez enfatizará las bases de la Revolución Industrial. Se gestaba la conformación de una clase social que prontamente reclamaría poder, a la vez que aumentaría la plaga de la hambruna y la pobreza de la plebe que en los años venideros haría irrupción como clase proletaria desarrollada. Estas tensiones sociales y de poder llegarían a su apogeo con la independencia de las naciones (Revolución de EEUU) y la asunción del poder en manos de la burguesía (Revolución Francesa) que darán nacimiento a la Republica con inusitada violencia y derramamiento de sangre.

Las ideas declaraban que el origen divino del poder no recaía en la sangre sino en los hombres y que estos, a fin de evitar las violencias y hacerse de seguridad, a través de un imaginario contrato social (Hobbes, Locke) o pacto social (Rousseau), delegaban temporalmente el poder, ya en una persona, ya en un ente abstracto: el Estado.

Cuando los fines de seguridad en las personas y en las cosas no eran acatadas por el delegado de la espada (poder), entonces se hallaba justificado la violencia para recuperar el poder y decidir la manera de organizarse nuevamente.

La riqueza de las naciones (Adam Smith) residía en el trabajo de los hombres que convierten las materias primas en manufacturas de consumo. Otros (Quesnay), aseguraban que las riqueza de las naciones se asentaba en la tierra (fisiócratas) y su transformación en materias primas.

La Enciclopedia (Diderot y d'Alambert) contenía en un solo cuerpo los avances del saber (ciencia), las artes y las ideas iluminadas por la razón del hombre y que facilitaba su accesibilidad y difusión, todo en un solo cuerpo. Allí se encontraban Voltaire, Rousseau, Diderot, d' Alambert y compañía.

Las ideas de igualdad, fraternidad y libertad se agitaban en panfletos (Marat) para luego convertirse en bandera de la Revolución y culminar en la flamante Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789).

Estos acontecimientos que combinaban luces y sombras (resabios absolutistas), caracterizaron las tensiones presentadas en sangrientos conflictos de intereses y poder de fines del siglo XVIII.

Gobernación del Rio de la Plata en 1770

Buenos Aires en 1770 aún no era capital de un virreinato y era mas bien la Gobernación del Rio de la Plata del Virreinato del Perú. Sin embargo, ya era importante “comercialmente" a través de la entrada de productos y esclavos de contrabando hacia Asunción del Paraguay, Cuyo y el Alto Perú (Potosí). Se enredaban así actividades legales e ilegales que recién irían apaciguando hacia 1778 con el Reglamento de Libre Comercio que permitiría al puerto de Buenos Aires comerciar con los demas puertos de la península Ibérica. El contrabando y las restricciones que lo generaban, continuarían.

Buenos Aires seria nombrada capital de virreinato hacia 1776.

En el ex barrio de Santo Domingo -hoy parte del barrio de Monserrat-, sobre la calle Santo Domingo y San Martin de Tours (hoy Av. Belgrano y Defensa), un 3 de junio de 1770, venia a un mundo convulsionado y tensionado entres luces y sombras, el cuarto hijo de Doménico Belgrano Peri – comerciante genovés con carta de ciudadanía española- y María Josefa González Casero (criolla santiagueña), a quien llamaron Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano -pag. 43 del libro parroquial de bautismos de la Iglesia Catedral de Buenos Aires-.

Nacía uno de los prócer latinoamericanos mas puros e integro moral e intelectualmente de todos los tiempos. Un hombre que pensó y actúo por una Patria independiente y libre de la América del Sud, entregado en salud y cuerpo por la causa patriótica y en el mas arrojado desinterés egoísta y especulado.

Nacía, un día como hoy, hace 250 años, por todos los tiempos, el mejor de los nuestros.

Honor al Gral. Don Manuel Belgrano!

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